Se está viendo una incapacidad por parte de la escuela de afrontar las nuevas realidades sociales que se presentan en ella, teniendo que entrar en la escuela los educadores sociales para poder dar respuesta a estas nuevas realidades. Nuevas realidades que han hecho surgir o incrementar las necesidades de apoyo a estructuras familiares nuevas, de políticas y estrategias que ayuden a la emigración, de políticas inclusivas de la discapacidad, de atención a la realidad de gente mayor activa y a la de gente mayor dependiente.
La escuela afronta la dificultad de adecuarse a nuevas realidades sociales, como un progresivo aumento de los escolares que no se adaptan a las exigencias de la cultura escolar, la irrupción de las TIC como competencia seria de la escuela. La escolarización obligatoria de toda la población infantil y adolescente ha llevado a tener que absorber gran diversidad de alumnado, y una parte de él no sintoniza con facilidad con las normas y pautas culturales que predominan en la escuela. Afronta un doble desafío: adecuarse a las características de la sociedad del conocimiento, de las TIC, de la globalización, del multiculturalismo… y responder a una diversidad cada vez mayor de su alumnado. Problemas de convivencia, rechazo escolar, precariedad laboral que hace que los alumnos salgan más tarde de la escuela. Todos estos problemas hacen que el profesorado no se vea capaz, por sí solo, de dar respuesta a todos ellos. Se habla de crisis de la escuela, a menudo el profesorado se encuentra desconcertado, con cierta sensación de soledad.
Ante este panorama, la presencia de educadores sociales en los centros intenta ser una primera respuesta, ya que una de las funciones de los educadores sociales es atender a las nuevas demandas sociales. En las aulas se debe hablar también de educación social: de emociones, de conflictos sociales, de la televisión, de la marginación, de la violencia, de las tribus urbanas, de la droga, de los skins….
La entrada de los educadores sociales en las aulas supone la oportunidad para trabajar conjuntamente con el profesorado y reflexionar sobre la función integradora de la institución escolar, de introducir nuevas maneras de enfocar las situaciones educativas. Se debe de construir un nuevo concepto de intervención educativa, pero sin caer en el riesgo de la reproducción de hábitos. El educador social trazará puentes entre la cultura escolar y las formas culturales de las comunidades en donde se ubica los centros.
El trabajo debe ser colaborativo con el profesorado de los centros escolares, se deben ayudar mutuamente, en una acción comunitaria. Avanzar hacia planteamientos comunitarios, en los cuales la propia comunidad es agente educadora y, a la vez, sujeto educando, corresponsabilidad educativa de la comunidad.
El autor del artículo nos plantea la necesidad de trabajar conjuntamente el profesorado y los educadores sociales dentro de la escuela. Esto crea un nuevo ámbito de trabajo para los educadores sociales y deben saber aprovechar esta oportunidad, porque no el aprovecharla entrañaría una negativa concepción de la Educación Social, e incluso de la Pedagogía Social, no sabiendo hacer frente a nuevas demandas de la sociedad.
Para que el resultado de este trabajo sea positivo la colaboración entre docentes y educadores debe ser amplia, bajo un enfoque global, construyendo un concepto de intervención educativa, entendiendo que la participación de los educadores también puede ser indirecta, colaborando en análisis, diseño de medios, programas, situaciones.
La colaboración debe ir más allá de una simple colaboración técnica, aún sabiendo de la complejidad del proceso de participación de los educadores en la institución escolar. Debe ser un proceso pausado, que requiere su tiempo, y que no habrá soluciones a corto plazo.
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